La Bicicleta y el Ciclismo.
Mi primer recuerdo de cuando el
ciclismo me empezó a entusiasmar es gracias a mi madre. Recuerdo una tarde en
casa que mi madre viendo una etapa de la vuelta (cuando la vuelta se disputaba
en mayo) se levantó del sofá y empezó a gritar a la televisión: “¡Vamos Perico!
¡Vamos Segoviano!”. Me asomé a la tele y se veía que al fondo, a lo lejos, un
ciclista bajaba a toda velocidad un puerto. Ese ciclista cada vez se alejaba
más y más de la cámara y en las curvas se perdía. Recuerdo que en la imagen ese
ciclista finalmente se perdió, la cámara empezó a enfocar hacia el cielo y a
las ramas de los árboles que lindaban con la carretera, entonces esas ramas de
los árboles cada vez pasaban más deprisa. El cámara y el conductor de la moto
habían decidido dejar de grabar al ciclista para acelerar a tope y cogerle. Al
fin la cámara se incorporaba y enfocaba de nuevo al ciclista, pero al poco otra
vez tomaba ventaja sobre la moto. Perico Delgado. Impresionante, un ciclista
dejando atrás a una moto.
Luego llegaron Indurain y
Chiapuchi. Recuerdo que montando en bicicleta mi hermano y yo jugábamos por el
Cerro de los Ángeles haciéndonos pasar por ellos. Él, el mayor, siempre se
pedía Indurain, yo era Chiapuchi. ¿Adivináis quien ganaba?
Por supuesto la bicicleta llegó
antes. No tengo un recuerdo preciso de la primera vez que monté en bicicleta
pero sí recuerdo cual fue esa primera bicicleta. Era de paseo, color verde, no
le funcionaban bien los frenos y tenía que frenar con las suelas de los
zapatos.
Luego llegaron las bicicletas de
montaña, su cambio manual. Los paseos entre Getafe y Fuenlabrada por los
depósitos. Los primeros pedales automáticos que me dejaron probar (esto no es
para mí, pensé). Y la primera vez que probé una bicicleta de carretera, su
nuevo equilibrio, más velocidad (esto si es para mí, pensé). Con 16 años me
compré mi primera bicicleta de carretera, segunda mano, 18.000 pesetas, puro
acero y pedales automáticos. Llegaron las etapas por San Martín de la Vega y su
carril bici, Titulcia, Villaconejos, Chinchón… Entonces un consejo de un amigo
de mi padre: “no salgas solo, vente a la peña ciclista con la que salgo yo”.
Así conocí a los JUYMAR. Y allí compaginé mi afición por la bicicleta con el
ciclismo.
En la peña tenía un mote que a
mis imberbes 16 años no podía ser otro: “el niño” y conocí a Manolo, Julio, el
Capy, el 54, el ferretero, “Pantani”, “Fignon”, “el campeón”, Obélix... Siempre
me dieron buenos consejos: “niño: la mano a las manetas”, “niño: siempre la
vista en la rueda de delante”, “niño: cuando empujes a alguien recuerda
siempre: mano en la bajo espalda y no tires de brazos, tira de piernas y esto
te lo digo para cuando me empujes a mí, recuérdalo”, y también se aprovechaban
de mi servilismo: “Niño: vete y coge a los de delante que no tiren tan fuerte,
coño”.
Y mientras en el mundo del
ciclismo llegaron grandes héroes: Olano e Indurain y el mundial de Colombia,
Pantani y sus cambios de ritmo, los mundiales de Freire, el Chava y las subidas
al Angliru, la victoria de Javier Otxoa a pocos segundos de Armstrong, las
victorias de éste en el Tour y su supercadencia. La gran victoria de Sastre del
Tour del 2008. Recuerdo que no daba mucho por él en la contrarreloj frente a un
buen especialista contra el crono como Evans pero me emocionó cuando consiguió
defender el amarillo. La superioridad de Contador en el Giro de 2011…
Descubrí que el ciclismo no
estaba solo en aquellas grandes vueltas de tres semanas y empecé a admirar a
las clásicas: París- Roubaix, Milan- Sanremo, los mundiales de ciclismo… y a
los héroes clasicómanos Zabel, Museuw,
Freire…
También valoré como auténticos
héroes a los grandes gregarios de cada momento: Gorospe, Chente, Rubiera,
Beltrán…
A los años cambié de bicicleta,
del acero al aluminio (mi querida MEGAMO). Entonces descubrí lo que en el argot
ciclista se denomina la “marcheta” o el creer que uno podría estar horas y
horas dando pedales incansablemente. Yo y mi bicicleta como novios
inseparables. En verano salía todos los días y era feliz. Los de la peña me
avisaban: “saldrás con nosotros hasta que te eches novia y volverás cuando te
cases.” Y así fue. Me he casado y he vuelto con ellos. Ya no soy el niño, ahora
soy (haciendo mención a mi apellido) Spidy
González. Todavía me siguen diciendo: “Spidy: vete y coge a los de delante
que no tiren tan fuerte, coño”. Vuelvo a salir con Manolo, Julio, el Capy,
“Pantani”, “Fignon”, “el campeón”, Obélix y con gente nueva como el Vinagre, el
pinturas…
Un amigo, aficionado a la bici,
hace relativamente poco me comentó que yo podría salir con un grupo que compitiera
y hacer entrenamientos serios en lugar de salir “solo” a montar en bici. Lo que
le contesté es que yo hace años descubrí gracias a los JUYMAR la felicidad montando
en bicicleta y que es con ellos con quien quiero seguir disfrutándola.
Sin embargo, en el mundo del
Ciclismo llegaron el tour del 98 y su caso festina, la muerte de Pantani, las
confesiones de David Millar y Barne Rijs, las dudas (y ahora certezas) sobre
Armstrong, la operación puerto (y su operación encubrimiento de otros deportes),
las descalificaciones de Rasmussen y Landis, el caso Manzano y el AS: “así se dopa un ciclista” que buen
titular, cabrón. Pasajes oscuros que alargaban las sombras de las victorias más
allá de ellas, llegando incluso a los mismos estamentos de los organizadores
(UCI).
Y me he cansado de: los
periodistas que solo hablan de ciclismo cuando hay dopaje de por medio, de que
se piense que el dopaje solo existe en el ciclismo, de la gente que nunca ha
cogido una bicicleta y que no se cree que el cuerpo aguante un Tour, de
ciclistas retirados y después arrepentidos (en este orden) y de la corrupción
que hay en la UCI.
Por eso he pensado que los
verdaderos héroes a los que voy a admirar a partir de ahora son Manolo, Julio,
el Capy, “Pantani”, “Fignon”, “el campeón”, Obélix, el Vinagre, carbono, el
pinturas… Gente que ama la bicicleta y que le dedica el poco tiempo libre que
tiene para disfrutarla.